domingo, 13 de julio de 2014

Reseña: Steelheart

Steelheart.
Trilogía Reckoner 1.

Brandon Sanderson.

Reseña de: Santiago Gª Soláns.

Ediciones B. Col. Nova. Barcelona, 2014. Título original: Steelheart. Traducción: Rafael Marín Trechera. 408 páginas.

Ediciones B aprovecha esta novela, con la que el muy prolífico Brandon Sanderson inicia una nueva trilogía, para relanzar la colección Nova, recuperando su logo «clásico» y las Presentaciones de Miquel Barceló que, se esté de acuerdo o no con sus palabras, lo cierto es que se echaban en falta. En esta ocasión, Sanderson no recurre a la creación de uno de sus habituales mundos de ambientación pseudo medieval, sino que sitúa la acción más o menos en el presente o en un futuro muy cercano, ofreciendo una realidad paralela donde ciertos individuos han obtenido unos poderes especiales que les permiten realizar acciones muy por encima de las posibilidades del común de los humanos, algo que no les convierte en superhéroes precisamente. Si bien ya en la plasmación del sistema de magia empleado en Nacidos de la Bruma se podía rastrear una relación con el tema superheróico, aquí el autor coge al toro por los cuernos y se sumerge de lleno en la fuente «original», sin apartarse en exceso, eso sí, de las «fórmulas» que tan bien le han funcionado hasta el momento, orientadas esta vez hacia un público más juvenil. Y es que, aún tratando del importante tema del «poder», de la responsabilidad o de su abuso a la hora de aplicarlo sobre los demás, con amplias ramificaciones éticas, el propio autor incluye esta novela entre sus obras de puro entretenimiento, escrita entre otras de sus grandes epopeyas para desengrasar las neuronas, algo que tampoco significa que sea «menor» o peor, en absoluto, tan sólo distinta de a lo que tiene acostumbrados a sus lectores fieles.

Sí es cierto que se llega a apreciar cierta «rebaja» tanto en sus estándares de complejidad y coralidad, echando mano de una trama más «básica» y directa, sencilla, casi lineal; pero también lo es que en manos de Sanderson la aventura resulta ser una divertida y frenética delicia, y la perfecta introducción para los jóvenes a este autor ―aunque también podría llamar a llevarse una idea equivocada sobre su muy recomendable producción anterior―. Un mundo apocalíptico, con una pizca de misterio; superhombres ―y supermujeres, claro― con muy poco de héroes; un villano invulnerable y megapoderoso; un chico en busca de venganza; una hermosa chica, guerrera donde las haya; un grupo de rebeldes que luchan contra lo imposible; una ciudad transmutada en acero ―incluida una buena parte del lago Michigan― y que permanece bajo un eterno crepúsculo, haciéndola casi inhabitable y forzando a sus habitantes a sobrevivir bajo tierra, en gigantescos túneles metálicos; algo de humor para los momentos más tensos; y acción, mucha acción, conforman un cóctel tan explosivo como entretenido.

Un día, sin que nadie pueda explicar su origen, Calamity estalla en el cielo para quedarse ahí, y como resultado ciertos individuos, sin anteriores características especiales, reciben una serie de habilidades extraordinarias, auténticos superpoderes, por lo que empiezan a recibir el nombre de Épicos. Estos dones son de lo más diverso y del más amplio rango: invisibilidad, capacidad de manipular las percepciones de los demás, incorporeidad, vuelo, control mental, dominio sobre las sombras, proyección astral, duplicación… pero todos ellos, indefectiblemente, sacan a la luz lo peor de cada sujeto, haciendo de ellos crueles supervillanos, sin que aparezca ningún superhéroe que se enfrente a ellos equilibrando la balanza. El mundo se convierte así en un lugar terrible y peligroso, donde los humanos normales viven al antojo y capricho de los Épicos, convirtiéndose en sirvientes, casi esclavos, de estos seres de gran poder que luchan por el control de cada territorio y ciudad, mientras los gobiernos y sus fuerzas del orden se ven incapaces de detenerlos y finalmente tienen que capitular ante ellos como auténticas fuerzas de la naturaleza.

Aquel día terrible, David Charleston tenía ocho años y fue testigo directo de cómo el asalto a un banco por parte de un Épico llamado Deathpoint terminaba en tragedia. Ese fue también el día en que el llamado Steelheart reclamó la soberanía sobre la que pasaría a llamarse Chicago Nova. En el banco, creyendo que este último ha venido a rescatar a los presentes y se encuentra en peligro, el padre de David se enfrenta a Deathpoint, «salvando», aunque resulte herido en la mejilla, a Steelheart, pero obteniendo como recompensa tan sólo la muerte.

Diez años después de la aparición de Calamity, cuya luz permanece inalterable en el firmamento, sólo otros Épicos se han atrevido a desafiar a Steelheart y disputarle la ciudad, sin conseguirlo ninguno. Ningún superhéroe ha surgido para enfrentarse a los malvados, así que un pequeño grupo de humanos «normales», los Reckoners, han tomado la tarea sobre sus hombros, estudiando los puntos débiles de cada Épico para así poder borrarlos de la faz de la Tierra. David, que lleva todo ese tiempo soñando con la venganza, habiendo oído al rumor de que un grupo de ellos se encuentran en la ciudad, intentará a toda costa unirse a sus filas.

El lector se va adentrar en una historia de individuos con superpoderes, pero que no sigue la corriente marveliana o spidermaniana, personalizada en la famosa cita del tío Ben, de «todo gran poder conlleva una gran responsabilidad», sino que se apunta a la corriente que sigue al dictum de Acton, la célebre frase acuñada por el historiador católico británico John Emerich Edward Dalkberg Acton: «El poder corrompe y el poder absoluto corrompe absolutamente».

Sanderson ofrece así un evidente homenaje a los personbaje de los comic-books y sus fantásticas aventuras, pero dotándolo de una fuerte personalidad propia. Aunque de alguna manera evite dar explicaciones sobre el origen, la causa o el funcionamiento de los superpoderes, librándolos demasiado a la suerte ―para bien o para mal― del que los recibe y manteniendo el misterio, el autor hace que, como todos sus sistemas mágicos anteriores, aquí se mantengan una serie de reglas inalterables, una lógica interna, una relación coste-efecto en el uso de estas habilidades. Todos los Épicos tienen su Talón de Aquiles, sólo hace falta encontrarlo ―algo que no resulta, obviamente, en absoluto sencillo―. David está obsesionado con esa tarea, ha dedicado toda su vida a estudiarlos ―sobre todo a los que viven en Chicago Nova y en especial a su «jefe»―, a buscar sus debilidades, a clasificar sus poderes, buscando esas pautas que no pueden ser transgredidas. Ahora ha llegado su momento. En su intento de vindicación, el joven deberá encontrarse a sí mismo, enfrentando sus miedos y quizá, salvando todo su mundo por el camino. David contra Goliath ―perdón, contra Steelheart

Y no lo va a tener, por buena ayuda que reciba, nada fácil. Y es que Steelheart dispara rayos de energía, vuela, es invulnerable, posee gran fuerza y la capacidad de transmutar toda materia inanimada en acero a su voluntad. Todo un Superman liberado de cualquier restricción ética o moral. Para hacerle frente, los Reckoners, físicamente inferiores y débiles ante los Épicos, deben suplir su falta de poderes especiales con el uso de toda la la información y la tecnología armamentística que encuentren a su alcance. La inteligencia por encima del músculo ―aunque luego también se eche mano de este, por supuesto―. Y aún así se encuentran en inferioridad de condiciones. Además, el autor va dejando caer pequeñas pistas e indicios, pequeñas discrepancias entre lo que le cuentan y lo que él observa, que llevarán al propio David a dudar de alguno de sus compañeros y del destino de su misión.

Tal vez en ese intento de adaptarse a un público más juvenil, Sanderson haya «simplificado» su estilo, su retorcida narrativa, optando por centrar la narración en un único punto de vista principal, con un narrador que da voz en primera persona a los hechos: David y sus terribles metáforas. Un «héroe», como la mayoría de los de Sanderson, imperfecto: impulsivo, valiente, cargado de rencor, dado a cometer errores, entregado, apasionado, irritante, ingenuo a pesar de todo… y profundamente humano por ello. Y a pesar de la menor coralidad de la novela, sí que lo acompaña de un elenco de personajes secundarios tan interesantes, únicos y complejos como son los Reckoners: Megan ―la joven luchadora, arrojada, valiente e independiente, de la que se enamora el protagonista a primera vista―, Abraham ―el lacónico experto en armamento―, el Profesor ―fundador de los Reckoners, misteriosa figura paterna para todo el grupo―, Cody ―el francotirador. que sirve en ciertos momentos de contrapunto humorístico con sus bufonadas a costa de su ascendencia escocesa―, Tia ―la genio en tecnología adicta a los refrescos de cola―... Y, por supuesto, enfrente suyo se encuentran los Épicos, a los que el lector sólo conocerá de lejos, por sus obras y enfrentamientos. Fortuity, Nightwielder, Refractionary, Firefight, Conflux… y, por supuesto, Steelheart.

Como buena historia de seres superpoderosos hay en estas páginas raudales de acción desatada, constante e intensa, abundantes persecuciones a pie y motorizadas, peleas a distancia y cuerpo a cuerpo, explosiones y tiroteos varios, armas de gran calibre, incursiones en posiciones inexpugnables, violencia explícita, gadgets de todo tipo, emboscadas, trampas, muertes... Ofreciendo un relato emocionante y lleno de tensión, una narración épica, sin duda, de ritmo creciente y desbocado, que «abusa» con gusto de un recurso tan afín a los comics como los cliffhangers cerrando cada capítulo para mantener atrapados a los lectores, sin darles un descanso e impedirles soltar el libro. Un auténtico «pasapáginas» de diversión y entretenimiento sin más intención.

Analizado a posteriori, una vez terminada la frenética aventura, quizá se haga notar cierta inconcreción en el trasfondo, la falta de ciertos detalles asociados a la prosa del autor. Se echa un tanto en falta algo más de «decorado» o de información respecto a la situación del resto del mundo, una explicación para Calamity y la razón de la aparición de los superpoderes, y algo más de profundidad en alguno de los personajes. Pero la trama resulta, sin embargo, tan atractiva y emocionante, llena de misterio y de giros sorprendentes ―tal vez menos impactantes que en otras obras, pero igualmente agradecidos―, intrigante, cargada de tensión, y de fácil lectura como suelen ser las de Sanderson.

Una aparentemente «sencilla» narración de superhombres, en cuyo fondo subyace el importante tema de la naturaleza del «poder», de su uso y abuso, y de la responsabilidad de quienes quieren derrocar a un tirano sin tener una alternativa viable a cambio. ¿Se puede matar al monstruo cuando es éste el único que sostiene lo poco que queda de civilización y su ausencia significará el caos? ¿Calamity dio poderes sólo a humanos que ya tenían una inclinación maligna o fue el uso de esos poderes los que los corrompió llevándolos al camino del mal?

La historia termina aquí, y, aunque deja firmemente sentadas las bases para la segunda entrega, Firefight, que será publicada también por la editorial ―aunque quede la duda de si se incluirá el relato corto intermedio, Mitosis, en el mismo volumen―, se puede decir con convicción que es una novela autoconclusiva, con un final que despeja ciertas dudas y cierra la trama más importante, pero, eso sí, plantea otras tantas cuestiones. Ideal para el tiempo estival, para leerlo dejando todas las preocupaciones a un lado.

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